¿Se puede orar por los animales? Una mirada bíblica y pastoral
En las últimas décadas, la práctica de orar por los animales —ya sea bendecir mascotas, interceder por su salud o realizar funerales simbólicos— ha crecido notablemente en comunidades cristianas y judías. Pero, ¿qué fundamentos bíblicos y teológicos existen para sostener tales prácticas? ¿Son expresión legítima de compasión pastoral o una extrapolación moderna sin raíces en la tradición? Este reportaje aplica herramientas de alta crítica y hermenéutica para explorar un tema que toca la sensibilidad, la teología y la praxis pastoral.
Este reportaje examina si es posible orar por los animales desde una perspectiva bíblica y pastoral. Se parte del análisis exegético de textos clave (Génesis 1–2; Génesis 9; Job 38–41; Salmos; Isaías 11; Romanos 8), se revisa la recepción histórica en el judaísmo y el cristianismo, y se consideran aportes contemporáneos de la ecoteología. Se muestra que, aunque la Biblia no prescribe explícitamente la oración por animales, sí revela la preocupación divina por toda la creación.

En Mesopotamia y Egipto, los animales tenían funciones cultuales y simbólicas. El toro, el león y el águila representaban deidades o atributos divinos. En contraste, el Israel bíblico desacralizó a los animales al prohibir su adoración (Éx 20:4), aunque preservó su importancia en sacrificios y leyes de pureza. La alta crítica subraya que los relatos sacerdotales (fuente P) subrayan un orden cósmico donde los animales son “según su especie” (Gn 1:24–25), en contraste con narrativas mitológicas mesopotámicas donde los animales podían encarnar fuerzas caóticas [1].
El relato sacerdotal (Gn 1) presenta a los animales como parte de la tov (“bondad”) divina. El mandato “sojuzgad” (kabash) y “dominad” (radah) (Gn 1:28) ha sido interpretado de forma explotadora, pero la crítica semántica muestra que radah implica gobernar con responsabilidad, como un pastor (Ez 34:4) [2].
En Génesis 2, los animales son presentados como potenciales compañeros de Adán, aunque insuficientes como pareja. La teología aquí diferencia entre relación humana-animales y relación humano-humano, pero no niega la dignidad de los animales como parte de la creación.
Tras el diluvio, Dios establece un pacto no solo con Noé, sino con “toda carne” (kol basar) (Gn 9:9–10). La alta crítica identifica aquí la redacción sacerdotal que expande la alianza más allá de lo humano [3]. Esto implica que los animales participan de la bendición divina, lo cual abre espacio hermenéutico para considerar intercesión u oración por ellos.
En el discurso divino, Dios exalta animales salvajes (caballo, avestruz, leviatán), mostrando que poseen valor y autonomía más allá de la utilidad humana. Desde la crítica de formas, se trata de un himno cósmico que resalta la soberanía de Dios. Hermenéuticamente, la lección es clara: la relación de Dios con los animales excede la mirada antropocéntrica [4].
Los Salmos presentan imágenes donde toda la creación alaba a Dios (Sal 148:10: “bestias y todo ganado”). Isaías 11:6–9 imagina un shalom escatológico donde depredadores y presas conviven en paz. Estos textos, analizados desde la tradición profética, muestran que los animales participan en el horizonte de redención.
Pablo describe a la ktisis (creación) gimiendo con dolores de parto en espera de la redención (Rom 8:19–22). La exégesis debate si “creación” incluye solo a la humanidad o también a los animales. La mayoría de estudiosos (Cranfield, Dunn) afirman que abarca a todo lo creado. Hermenéuticamente, esto legitima una esperanza escatológica para los animales.
Judaísmo rabínico prohibió el sufrimiento animal
Los rabinos enseñaron el principio de tza’ar ba’alei chayim (prohibición del sufrimiento animal). El Talmud (Baba Metzia 32b) instruye a aliviar el peso de un animal antes que atender las necesidades propias. Sin embargo, no se registran oraciones litúrgicas explícitas por animales, aunque existen bendiciones por fenómenos naturales y criaturas (Berakhot 58b).
Los Padres de la Iglesia como Orígenes y Agustín consideraron a los animales como seres sin alma racional inmortal. Agustín, en La ciudad de Dios (XII.4), negó que participen de la resurrección. Tomás de Aquino (Suma Teológica I, q. 75) reforzó esta visión: los animales poseen “alma sensitiva” pero no racional, por lo que no son sujetos de salvación.
Perspectivas modernas

En el siglo XX, Jürgen Moltmann argumentó que la nueva creación incluye a todas las criaturas (Dios en la creación, 1985). Richard Bauckham (Living with Other Creatures, 2011) subrayó que la Escritura describe a los animales como adoradores de Dios. Estas posturas abren la puerta a considerar oraciones por animales como acto de comunión con la creación.
La tradición cristiana sostiene que solo los humanos llevan la imago Dei. Sin embargo, esto no niega que los animales participen en la bendición y el cuidado divino. Orar por ellos no implica atribuirles racionalidad espiritual, sino reconocer que dependen de la providencia divina.
La distinción tomista entre “alma racional” y “alma sensitiva” ha marcado la teología occidental. No obstante, desde una hermenéutica bíblica, el término nephesh se aplica tanto a humanos como animales (Gn 1:20, 30). Esto sugiere un terreno común de vida compartida bajo Dios.
Perspectiva pastoral por los animales
En la práctica pastoral, surgen preguntas concretas: ¿debe un pastor orar por la mascota enferma de un niño? La hermenéutica pastoral sugiere que negar toda oración puede generar dolor innecesario. La recomendación es orar no como sacramento, sino como expresión de la misericordia de Dios, recordando que “ni un gorrión cae sin que vuestro Padre lo sepa” (Mt 10:29).
A favor:
- Los textos bíblicos muestran que Dios se preocupa por los animales.
- La oración expresa compasión pastoral y reconocimiento de la providencia divina.
- Hermenéuticamente, integra ecoteología y cuidado de la creación.
En contra:
- La Biblia no prescribe explícitamente la oración por animales.
- Riesgo de antropomorfismo o sentimentalismo que desplace la centralidad de Dios.
- La tradición teológica mayoritaria niega a los animales un alma inmortal.
La Biblia no ofrece mandatos explícitos para orar por los animales, pero sí testimonios claros del cuidado divino hacia ellos. Desde la alta crítica, se observa que los textos reflejan un mundo donde animales y humanos comparten la bendición de la vida. Desde la hermenéutica pastoral, orar por animales puede ser una expresión legítima de misericordia, siempre subordinada a la adoración de Dios.
La pastoral contemporánea puede, con prudencia, incluir oraciones de gratitud y compasión por los animales, reconociendo en ellos parte de la creación que gime y espera la redención junto con nosotros.













