¿Todos contra Halloween? Iglesias que sí celebran ¿por qué?
La llegada del 31 de octubre provoca una marcada división en el espectro del cristianismo global, especialmente en la Cristiandad occidental. Este día, conocido popularmente como Halloween, representa una compleja amalgama de folklore pagano, observancia litúrgica cristiana histórica y un fenómeno de consumo masivo contemporáneo.
El debate fundamental que polariza a las comunidades de fe radica en determinar si esta festividad, con sus raíces ambiguas y su simbolismo actual centrado en lo macabro, debe ser rechazada categóricamente bajo una teología de separación y guerra espiritual, o si puede ser cooptada, mitigada o incluso celebrada bajo los principios de la tradición litúrgica y la redención cultural.
El fenómeno de Halloween se ha globalizado, trascendiendo sus orígenes en la cristiandad occidental para convertirse en una celebración universalmente reconocida que incluye el «truco o trato,» fiestas de disfraces, y la talla de calabazas (Jack-o’-lantern). Aunque muchas iglesias evangélicas han promovido históricamente una postura de rechazo total, identificando la fecha con fuerzas contrarias a Dios, existe una significativa minoría de denominaciones cristianas—que incluye a la mayoría de la Cristiandad occidental que o bien lo celebra como parte de un tiempo litúrgico establecido con estrategias pragmáticas de adaptación.

Breve contexto histórico: Samhain y la inclusión litúrgica
La divergencia teológica sobre Halloween se basa en la interpretación de sus orígenes. Por un lado, la festividad tiene raíces en el festival celta de Samhain, celebrado el 31 de octubre por los antiguos habitantes del Reino Unido. Samhain marcaba el fin de la cosecha y el inicio de la «mitad oscura» del año, un tiempo asociado con el desvanecimiento de la vida y la creencia de que el velo entre el mundo de los vivos y el de los espíritus se adelgazaba. Estas tradiciones paganas incluían rituales para protegerse, como encender hogueras y tallar nabos (que precedieron a la calabaza iluminada actual), y lamentablemente, en sus manifestaciones más antiguas y extremas, ritos de sacrificios humanos y animales ofrecidos a Samhain, el supuesto «señor de la muerte».
Por otro lado, la fecha del 31 de octubre está históricamente ligada a la Cristiandad como la Vigilia de Todos los Santos (All Hallow’s Eve o Hallowe’en), que es el primer día de Allhallowtide (Tiempo de Todos los Santos).1 Este triduo religioso incluye la observancia del Día de Todos los Santos (1 de noviembre) y el Día de Todas las Almas (2 de noviembre). En este contexto, Halloween, como vigilia, es un día de preparación que históricamente implicaba servicios religiosos, oración, ayuno y vigilia.
El debate moderno, por lo tanto, no se centra en la existencia de los orígenes paganos o cristianos, sino en la primacía y la permanencia de su influencia. Las iglesias que celebran el 31 de octubre tienden a enfatizar su origen litúrgico cristiano y la absorción de los ritos populares bajo esta capa , mientras que las iglesias que rechazan la celebración se enfocan exclusivamente en el origen celta y satánico, considerándolo un festival ocultista activo. La postura que se adopta depende crucialmente de cuál de estas narrativas históricas se considera predominante en la actualidad.

La mayoría de las iglesias evangélicas, especialmente aquellas con inclinación fundamentalista o de alta convicción en la guerra espiritual, adoptan una postura contra Halloween. Esta visión se fundamenta en una teología de separatismo riguroso y no conformidad con las prácticas mundanas.
La postura del rechazo absoluto concibe a Halloween como una celebración intrínsecamente satánica que no puede ser redimida. Desde esta perspectiva, la participación, incluso en actividades superficiales como el pedido de dulces o el uso de disfraces ligeros, equivale a una complicidad con el reino del mal. Los líderes de estas congregaciones advierten estrictamente a sus feligreses de no introducir «fiestas del enemigo de Dios» en sus hogares, argumentando que Halloween pertenece a una «religión ocultista y contraria a su fe y a Dios».
El argumento se profundiza al preguntar si un creyente permitiría que su familia vistiera una camiseta blasfemando contra Jesucristo, concluyendo que participar en Halloween—aunque sea por diversión—es espiritualmente análogo a ese acto. Se establece la necesidad de cuidar la vida espiritual del hogar y no subestimar la realidad de que la festividad se mueve a un «nivel espiritual».
Halloween como sabbat y semilla de cizaña
El argumento central de la teología de la separación es la vinculación directa de la fecha con el ocultismo contemporáneo. El 31 de octubre es señalado como el día de la «fiesta más importante de los brujos y de los satanistas,» destacando que dos grandes eventos de las fuerzas del mal se han fusionado en Halloween: el Samhain pagano y el Sabbat de brujas. El Sabbat es identificado como una fiesta donde se ofrecían sacrificios a Satanás, el «señor de la muerte,» mediante ritos y actos sexuales, siendo el 31 de octubre la fecha principal de esta celebración.
Desde una óptica escatológica, esta participación se explica mediante la parábola de la cizaña (Mateo). El concepto es que Dios, el sembrador de la buena semilla (el trigo, que es la Palabra de Dios), permite que el enemigo (el diablo) venga en la oscuridad y siembre mala semilla (la cizaña), representada por Halloween, la brujería y toda la maldad. Aunque Dios espera la conversión de la gente, el cristiano debe identificarse claramente con el trigo y rechazar la cizaña.
Esta intensa condena lleva a justificaciones prácticas específicas de separación, como la prohibición de disfraces que representen a Satanás, demonios, brujas o muertos, e incluso la instrucción de no regalar dulces a los niños que piden en la casa, ya que esto es percibido como una promoción de la celebración. Esta postura es fundamental en la identidad eclesial de estos grupos, pues la intensidad del rechazo a Halloween funciona como una herramienta distintiva que refuerza los límites de la congregación y reafirma su separación del mundo circundante.
La promoción de la evangelización

En lugar de ceder la fecha a las celebraciones seculares u ocultistas, muchas iglesias evangélicas promueven la evangelización activa como la respuesta espiritual correcta al 31 de octubre. Este enfoque implica una sustitución activa de la práctica.
Un ejemplo prominente son las Cruzadas de Cosecha (Harvest Crusades), que son eventos evangelísticos a gran escala diseñados para compartir el mensaje del evangelio y crear un ambiente de bienvenida, contrastando con el enfoque en la muerte y el miedo que perciben en Halloween. De esta manera, el rechazo no es pasivo, sino que se convierte en una oportunidad para la misión, buscando celebrar la vida que solo Cristo da y no la muerte.













